RELACIÓN TEORÍA-PRÁCTICA

El proceso de construcción de un proyecto educativo para la transformación social obliga a reconocer la importancia de la relación teoría-práctica. Y esto va más allá de lo que hacemos ya que se incluyen nuestros pensamientos, intuiciones, sentimientos, creencias, sueños, esperanzas, deseos. Lo que hacemos y vivimos tiene un sentido, una justificación, una explicación, una orientación, una razón de ser.

La relación teoría-práctica implica vivir, experimentar, reflexionar, sistematizar lo que hacemos, el cómo nos organizamos, las actitudes, los valores. Así por ejemplo, si queremos educar para la democracia, no basta con estudiar y profundizar en la historia y los conceptos de la misma, es imprescindible que la escuela se organice y viva en un ambiente democrático y participativo; si buscamos educar para la producción, la escuela tiene que ser productiva y si buscamos educar para la libertad, es necesario un clima de libertad. De esta manera, se organiza el proceso educativo para la autogestión, para la comunicación dialógica, para la creatividad, para la justicia, para la esperanza.

Con la relación teoría-práctica se integra el pensamiento, la planeación, la realización de actividades; se recuperan los saberes populares; se hace ciencia en las aulas diariamente; se integran los procesos de sistematización de la experiencia, como un primer nivel de conceptualización encaminada a mejorar la propia experiencia y a enriquecer la teoría. En la relación teoría práctica se ejerce el derecho a pensar, se recupera la capacidad del ser humano de transformar. Es central para eliminar el papel de operarios que nos han impuesto.

Si al nacer en el hipotálamo tenemos un registro simple, que sintetiza en cierto sentido el desarrollo de la vida en el planeta, el medio va a ser determinante en nuestra formación y lo que debemos siempre plantearnos es la pregunta de ¿qué hay o puede haber más allá de ese contexto?, ¿cómo lo podemos trascender? Si la perspectiva del desarrollo histórico social plantea la necesaria formación integral de la personalidad de los sujetos, entonces debemos asumir que no se trata de una formación para acoplarnos o para reproducir; se trata entonces de la formación de sujetos activos, no pasivos.

El hombre al apropiarse de los nuevos saberes, los utiliza como nuevas herramientas para dirigir su acción. No sólo nos apropiamos de las palabras o de los signos, sino de los sentidos de liberación o de opresión que estos llevan implícitos. Entonces tenemos que saber leer todos los signos, símbolos y prácticas que existen en la escuela, y desmontar aquellos que sirven para la reproducción, el sometimiento o la enajenación y para promover los que nos acercan a una educación para la liberación.

Los niños llegan a la escuela con un conjunto de saberes previos considerados zona de desarrollo real y conocimiento sensible, y el maestro al reconocer esto y al llevar al niño a ese autor reconocimiento debe plantear un desarrollo potencial, definiendo un camino para andar juntos. Es ahí donde se cumple la función sustantiva del maestro que como motor debe dirigir el proceso, sin pretender que el solo verter información o proponer actividades de imitación, memorización o repetición, se opera en el alumno el acto de conocer, sino que juntos deben trazar las estrategias necesarias para indagar y construir su conocimiento. Es por ello que el juego, el lenguaje y el trabajo de asistencia tienen un papel determinante, por lo que no debemos dar prioridad sólo al trabajo intelectual o sólo a la revisión teórica.

La zona de desarrollo potencial se convierte entonces en esa nueva situación imaginaria en la que el niño puede hacer nuevas cosas con ayuda de otros. Entonces el docente y la escuela tienen una importancia sustantiva para ayudar al niño a vivir una vida más plena. Si aprendizaje y desarrollo van siempre enlazados, entonces mientras estemos vivos nunca vamos a dejar de aprender ni de desarrollarnos, La función de la nueva escuela es el desarrollo potencial y pleno de los seres humanos, se trata de apropiarnos cada uno de la obra humana para un desarrollo integral altamente dotado de saberes y capacidades pero también con un profundo sentido ético, de amor por la vida, por el prójimo y por el planeta. El sentido de la educación hoy entonces es avanzar a la construcción de una nueva dirección social, para conducir los destinos del país y del mundo, para socializar la cultura universal y para ayudar a resolver los grandes problemas que aquejan a la humanidad. El estudio entonces debe tener un sentido instructivo, desarrollador y educador.

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